Conoce la vida y aportaciones de este científico y médico británico que mejoró enormemente las probabilidades de sobrevivir a una cirugía.
Joseph Lister nació el 5 de abril de 1827 en Upton House, una localidad cerca de Londres, Inglaterra. Su nombre completo era Joseph Lister, primer barón Lister.
Su padre era Joseph Jackson Lister, un comerciante de vinos que también era un aficionado a la ciencia y que inventó un microscopio acromático (para objetos muy pequeños). Su madre era Isabella Harris, una mujer culta y religiosa. Joseph fue el segundo de siete hijos.
Joseph creció en una familia de cuáqueros, una rama del cristianismo que se caracteriza por su pacifismo y su sencillez. Los cuáqueros no podían acceder a las universidades más prestigiosas de Inglaterra, así que Joseph tuvo que estudiar en una escuela privada y luego en el University College de Londres. Allí se interesó por la medicina y se graduó como médico en 1.852.
Joseph Lister empezó su carrera como cirujano asistente en el Hospital Universitario de Londres. Allí conoció a Agnes Syme, la hija de su jefe, con quien se casó en 1.856. Ese mismo año se trasladó a Edimburgo, Escocia, donde trabajó como profesor de cirugía en la Universidad de Edimburgo.
En esa época, las operaciones quirúrgicas eran muy arriesgadas porque los instrumentos y las heridas no se limpiaban adecuadamente y se infectaban con frecuencia. Muchos pacientes morían por lo que se llamaba "fiebre de las heridas", causada por bacterias que entraban en el cuerpo. Los médicos no sabían cómo prevenir o tratar estas infecciones.
Joseph Lister cambió esta situación al aplicar los descubrimientos del científico francés Louis Pasteur, quien había demostrado que la putrefacción y la fermentación eran causadas por microorganismos invisibles que se podían eliminar con calor o con sustancias químicas. Lister pensó que lo mismo podía ocurrir con las heridas y decidió usar un antiséptico para limpiarlas.
El antiséptico que usó fue el ácido carbólico, una sustancia que se usaba para desinfectar las alcantarillas. Lister rociaba este líquido sobre las heridas, los instrumentos y las vendas antes y después de cada operación. También diseñó una máquina que pulverizaba el ácido carbólico sobre el aire del quirófano para evitar que los microbios entraran en contacto con los pacientes.
Los resultados fueron sorprendentes: la tasa de mortalidad por infecciones se redujo drásticamente y las heridas sanaban más rápido y mejor. Lister publicó sus hallazgos en 1.867 en la revista The Lancet y pronto se hizo famoso en todo el mundo. Sin embargo, no todos los médicos aceptaron sus ideas y algunos lo criticaron por ser demasiado complicado o innecesario.
Máquina de Lister expulsando ácido carbólico durante una operación.
Lister siguió investigando y mejorando sus métodos antisépticos. También introdujo otras innovaciones en la cirugía importantísimas pero poco conocidas, como el uso de catgut (hilo de colágeno animal) para suturar las heridas, el uso de ligaduras para cortar el flujo sanguíneo de los vasos dañados y el uso de yeso para inmovilizar los huesos rotos.
En 1.877, Lister regresó a Londres, donde fue nombrado profesor de cirugía clínica en el King's College Hospital. Allí continuó enseñando y practicando la medicina antiséptica hasta su jubilación en 1.893.
Lister tuvo un derrame cerebral que le impidió leer y escribir, pero siguió ayudando a otros médicos con sus consejos. Por ejemplo, le dijo al rey Eduardo VII cómo tratar su apendicitis en 1.902. Murió en 1.912, a los 84 años, en un pueblo llamado Walmer en Reino Unido.
Lister fue un hombre muy respetado y admirado por sus colegas y por la gente en general. La reina Victoria le concedió el título nobiliario de Barón. También hay muchas cosas que llevan su nombre, como el premio Lister, que se da a los mejores investigadores en medicina, o el enjuague bucal Listerine, que se usa para limpiar la boca y matar los microbios. Joseph Lister dejó un gran legado para la ciencia y la salud de incontables personas.